La tecnología para poder crearlo ya está lista y sería el gran salto que precisa la exploración espacial.

Pese a lo mucho que entra en el terreno de la ciencia ficción, la idea de un ascensor espacial que nos lleve desde la superficie de la Tierra hasta más allá de la estratosfera no es ni descabellada ni imposible. No en el futuro, al menos, porque aunque todos los cálculos sobre su viabilidad y eficiencia son correctos, no estamos preparados para construir algo así.

Hablamos de una estructura de 35.785 que no sólo necesita estabilizarse en el espacio exterior mientras permanece anclada a la Tierra, que ya de por sí sería un reto mayúsculo, también de un desafío que requeriría de mantenimiento y reparaciones para las que, al menos a día de hoy, están lejos de nuestras posibilidades a nivel de ingeniería. Qué bajona, ¿no? Tranquilos, que hay girito y tal vez no esté tan lejos.

Un ascensor espacial no es ciencia ficción

Hagamos un experimento. Bueno, en realidad podéis hacerlo en vuestra cabeza porque es probable que ya os hayáis encontrado en una situación similar. No voy a hacer que os levantéis de la silla. Imaginad que estáis levantados, tenéis una cuerda en la mano y al final de esa cuerda hay una pelota. Si empezáis a girar veréis que el peso de la pelota hace que se eleve y mantenga la misma inercia que lleváis vosotros.

En el caso del ascensor espacial, vosotros sois la Tierra, la pelota es una estación más allá de los confines del planeta, y la tensión generada en la cuerda, que la mantiene lo suficientemente firme y estable, es la clave para construir un ascensor espacial. Si estás pensando que no tenemos cuerdas de esas, los nanotubos de carbono y grafeno tienen algo que decirte.

Se trata de un material que, según estudios recientes, sería capaz de soportar las tensiones a las que se vería sometido mientras la Tierra gira a 1.670 kilómetros por hora. Una vez anclado en algún punto del ecuador, podríamos dar forma a nuestro particular ascensor espacial y que se abriesen las puertas a un revolucionario salto tecnológico en materia de exploración espacial.

«Una vez que reduces el costo a un nivel casi similar al de Fed-Ex, se abren las puertas para que muchas personas, muchos países y muchas empresas se involucren en el espacio».

Tal y como relataba Bradley Edwards, físico de la NASA, hablaríamos de una construcción de alrededor de 10.000 millones de dólares que tardaría 15 años en finalizarse, pero una vez conseguido tendríamos a nuestra disposición la oportunidad de viajar hasta el espacio sin necesidad de cohetes propulsores y por un coste que pasaría a ser ridículo. Enviar material y personal al espacio sería tan fácil como subirlos a un tren.
El problema es que no tenemos la capacidad de dar forma a un nanotubo de carbono y grafeno de esa longitud, y tampoco los recursos para gestionar una obra de semejante envergadura. Sin embargo, eso no ha impedido que la NASA lleve años trabajando en la idea y, con algo de suerte y un empujón tecnológico, tal vez podamos subir al ático más caro y espectacular de la Tierra.

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